En Julio, todas las frustraciones
Todas las frustraciones caen en Julio. En 1994, 2-3 con Rumania por los octavos de final del Mundial de Estados Unidos. En 1995, eliminación ante Brasil en los cuartos de la Copa América de Uruguay. En 1998, 1-2 con Holanda por los cuartos de Francia. En 1999, 1-2 ante Brasil en los cuartos de la Copa América de Paraguay. La del Mundial Corea-Japón 2002 llegó unos días antes, el 12 de junio con el empate ante Suecia en Miyagi. En 2004, la final de la Copa América en Perú, otra vez ante Brasil. En 2006, la caída por penales ante Alemania por el Mundial. En 2007, el sonoro 0-3 en la final de la Copa América de Venezuela ante, otra vez, Brasil. En 2010, el ruidoso 0-4 ante, otra vez, Alemania por los cuartos de final de Sudáfrica. Hoy, el álbum maldito se completa con la prematura salida de esta Copa.
La repetición de sucesos puede llevarnos a hablar de cualquier cosa, menos de azar aun en un deporte como el fútbol lleno de imponderables. No debería sorprender este nuevo lamento nacional. Nada cambió desde Ciudad del Cabo como para esperar mejores resultados. No hubo revolución ni aprendizaje tras la paliza alemana. Pastore de 8 y Tevez de 10 más Messi e Higuaín de delanteros es la continuidad de aquel desequilibrado final sudafricano con los mismos futbolistas en la cancha más Agüero, que había ingresado por Di María.
Argentina ha fracasado en esta Copa América. Ganó un solo partido de cuatro, ante la semiprofesional Costa Rica. No pudo vencer a Bolivia. Fue superado en el juego por Colombia. Se enfrentó con Uruguay en el primer duelo de mano a mano porque quedó segundo en su accesible grupo. No alcanza haber convertido a Muslera en la figura del clásico rioplatense para revertir el concepto. Lo merece por haber desaprovechado sus recursos y por haber logrado mucho menos que lo que su potencial le ofrecía. Hay distancia entre no salir campeón y esta actuación.
Sin méritos como entrenador que respaldaran su nominación, Sergio Batista necesita convencer que efectivamente llena el formulario. Aquel comienzo con autoridad, definiendo idea e intérpretes para ejecutarla, ha quedado demasiado lejos. Ya no puede presentar ese primer tiempo ante Estados Unidos como el modelo a seguir. Lo taparon las compulsivas convocatorias para la selección local y la "Sub 25", su retroceso en el caso Tevez, los volantazos en plena competición y esta prematura eliminación. Checho se traicionó a sí mismo y no paró de contradecirse entre discurso y decisiones. De aquel "vamos a probar pensando en Brasil 2014" a una defensa con tres futbolistas mayores de 30 años. Tras el primer empate, sacrificó a Marcos Rojo, su apuesta como lateral izquierdo. Su lista con generala de cincos y siete delanteros le quitó variantes en la mitad de la cancha. Así terminó con Pastore de ocho y Carlitos de diez. No llevó ningún especialista para esos sectores de la cancha. Por bien comunicado y ambicioso que sea, si el proyecto no se ejecuta con eficacia y con los futbolistas adecuados navega en la intrascendencia. El jugador al que nunca quiso y sin embargo terminó poniendo erró el único penal de la serie. Que se entienda bien. No es un reproche para Tevez, en este caso. Fallan los que patean y hay que estar ahí con semejante responsabilidad. La metáfora retrata la tibieza de Batista, quien ni siquiera se lleva el consuelo de haber perdido con sus convicciones intactas.
OPINIÓN: Toda táctica necesita una estrategia, por Christian Leblebidjian
En marzo de 2006, tras la frustración de perder el repechaje con Australia y ¡10! ciclos de DT en 16 años, reasumió Oscar Tabárez como seleccionador uruguayo. Lo primero que hizo fue definir proyecto, sistema, compromiso para entrenamientos semanales y la gestión de los equipos juveniles. Armó su equipo de trabajo y eligió a los responsables de las distintas categorías. La evolución ha sido notable. En 2009, participó de los dos mundiales juveniles. En 2010, la mayor fue cuarta en Sudáfrica. Y este año, la Sub 17 llegó a la final del Mundial de México, la Sub 20 se clasificó para el de Colombia y para los Olímpicos, que la Celeste no juega desde Amsterdam 1928. La presencia de Peñarol en la final de la Libertadores (primera uruguaya desde Nacional-Newells 1988) y esta victoria sobre la Argentina en la Copa América completan el panorama. La Celeste no fue solamente carácter y pelota detenida en Santa Fe. Tuvo orden colectivo para cubrir la inferioridad numérica y enormes actuaciones individuales en Suárez, Forlán y Arévalo Ríos. Tras la expulsión de Pérez, Messi no pudo volver a jugar uno contra uno. Cáceres, González y Pereyra estuvieron atentos en los relevos. Aun superado por Argentina, siempre se comportó como un verdadero equipo. Sabe a qué quiere jugar.
Desde 2006, Basile, Maradona y Batista han apostado a la teoría del amontonamiento. "Los buenos siempre pueden jugar juntos", se dice con pereza. Es mentira. Para lograrlo, hace falta trabajo, convencimiento y esos imprescindibles futbolistas complementarios: laterales con oficio para marcar y criterio para proyectarse, volantes que recuperen, pasen y lleguen, centrales firmes en el mano a mano con los delanteros rivales. Messi, enorme ante Uruguay, solo no puede. Ningún crack puede sin un equipo que lo respalde. El seleccionado necesita un proyecto con hombres que potencien el talento con la imprescindible organización. Para involucrar al futbolista, el mensaje debe incluir más que el conocimiento del juego. No es un desafío para una sola persona, sino para un equipo de trabajo. Jerarquizar y profesionalizar el cargo. Ninguna fórmula te garantiza el Mundial. Pero se puede achicar el margen de azar. Pasaron 20 años. La excusa de la mala suerte ya atrasa.
La llamada Generación del 86 no ha aprovechado su momento. En 2008, la AFA desmontó la exitosa estructura Pekerman-Tocalli para darle la oportunidad que sus integrantes tanto reclamaron. El contraste es escalofriante. En 2009, la Sub 20 no pudo clasificarse para el Mundial. Este año avanzó raspando y competirá muy pronto en Colombia, pero no logró el pasaporte para los Olímpicos de Londres. La Sub 17 acaba de despedirse en octavos de final del Mundial. El evidente retroceso se profundiza con la situación del fútbol juvenil en nuestro país. Se saltean etapas de crecimiento. Hay déficit en los fundamentos técnicos. Se nota la fiebre de resultados en tiempos de formación. La desesperación y la especulación en el entorno del pibe empujan desde bien temprano el "sálvese quien pueda" en un deporte de equipo. Y emerge una problemática social vinculada con la alimentación y la educación de los chicos que influye en su desarrollo posterior.
¿Cuánto influye todo esto en una eliminación por un penal errado? En nada. Pero el éxito en la Copa América no habría modificado este panorama preocupante al que podemos agregarle, como bien apunta Marcelo Gantman en su blog, los errores organizativos en la competición, la violencia creciente en el fútbol local, la baja calidad de los partidos de Primera y sus locomotoras dañadas: Boca en la mediocridad y River directo en la B Nacional. Entonces, ¿por qué esperar éxitos en este contexto? ¿Solamente porque el mejor jugador del mundo es argentino?
"¡Hablá de Grondona, es el máximo responsable!", gritan las computadoras. Decíamos en 2010 tras el sopapo de Alemania: "No renunciará. No depende de cómo le vaya al equipo en la Copa" Nada cambió. Pedir su salida es, hasta estas alturas, una expresión políticamente correcta para quedar con la conciencia tranquila. Sirve como descarga en foros y redes sociales, donde uno juega al superhéroe justiciero. Pero su lógica de poder pasa por otro lado. Este año la dirigencia lo reelegirá por aclamación. No todas las frustraciones caen en Julio.
Todas las frustraciones caen en Julio. En 1994, 2-3 con Rumania por los octavos de final del Mundial de Estados Unidos. En 1995, eliminación ante Brasil en los cuartos de la Copa América de Uruguay. En 1998, 1-2 con Holanda por los cuartos de Francia. En 1999, 1-2 ante Brasil en los cuartos de la Copa América de Paraguay. La del Mundial Corea-Japón 2002 llegó unos días antes, el 12 de junio con el empate ante Suecia en Miyagi. En 2004, la final de la Copa América en Perú, otra vez ante Brasil. En 2006, la caída por penales ante Alemania por el Mundial. En 2007, el sonoro 0-3 en la final de la Copa América de Venezuela ante, otra vez, Brasil. En 2010, el ruidoso 0-4 ante, otra vez, Alemania por los cuartos de final de Sudáfrica. Hoy, el álbum maldito se completa con la prematura salida de esta Copa.
La repetición de sucesos puede llevarnos a hablar de cualquier cosa, menos de azar aun en un deporte como el fútbol lleno de imponderables. No debería sorprender este nuevo lamento nacional. Nada cambió desde Ciudad del Cabo como para esperar mejores resultados. No hubo revolución ni aprendizaje tras la paliza alemana. Pastore de 8 y Tevez de 10 más Messi e Higuaín de delanteros es la continuidad de aquel desequilibrado final sudafricano con los mismos futbolistas en la cancha más Agüero, que había ingresado por Di María.
Argentina ha fracasado en esta Copa América. Ganó un solo partido de cuatro, ante la semiprofesional Costa Rica. No pudo vencer a Bolivia. Fue superado en el juego por Colombia. Se enfrentó con Uruguay en el primer duelo de mano a mano porque quedó segundo en su accesible grupo. No alcanza haber convertido a Muslera en la figura del clásico rioplatense para revertir el concepto. Lo merece por haber desaprovechado sus recursos y por haber logrado mucho menos que lo que su potencial le ofrecía. Hay distancia entre no salir campeón y esta actuación.
Sin méritos como entrenador que respaldaran su nominación, Sergio Batista necesita convencer que efectivamente llena el formulario. Aquel comienzo con autoridad, definiendo idea e intérpretes para ejecutarla, ha quedado demasiado lejos. Ya no puede presentar ese primer tiempo ante Estados Unidos como el modelo a seguir. Lo taparon las compulsivas convocatorias para la selección local y la "Sub 25", su retroceso en el caso Tevez, los volantazos en plena competición y esta prematura eliminación. Checho se traicionó a sí mismo y no paró de contradecirse entre discurso y decisiones. De aquel "vamos a probar pensando en Brasil 2014" a una defensa con tres futbolistas mayores de 30 años. Tras el primer empate, sacrificó a Marcos Rojo, su apuesta como lateral izquierdo. Su lista con generala de cincos y siete delanteros le quitó variantes en la mitad de la cancha. Así terminó con Pastore de ocho y Carlitos de diez. No llevó ningún especialista para esos sectores de la cancha. Por bien comunicado y ambicioso que sea, si el proyecto no se ejecuta con eficacia y con los futbolistas adecuados navega en la intrascendencia. El jugador al que nunca quiso y sin embargo terminó poniendo erró el único penal de la serie. Que se entienda bien. No es un reproche para Tevez, en este caso. Fallan los que patean y hay que estar ahí con semejante responsabilidad. La metáfora retrata la tibieza de Batista, quien ni siquiera se lleva el consuelo de haber perdido con sus convicciones intactas.
OPINIÓN: Toda táctica necesita una estrategia, por Christian Leblebidjian
En marzo de 2006, tras la frustración de perder el repechaje con Australia y ¡10! ciclos de DT en 16 años, reasumió Oscar Tabárez como seleccionador uruguayo. Lo primero que hizo fue definir proyecto, sistema, compromiso para entrenamientos semanales y la gestión de los equipos juveniles. Armó su equipo de trabajo y eligió a los responsables de las distintas categorías. La evolución ha sido notable. En 2009, participó de los dos mundiales juveniles. En 2010, la mayor fue cuarta en Sudáfrica. Y este año, la Sub 17 llegó a la final del Mundial de México, la Sub 20 se clasificó para el de Colombia y para los Olímpicos, que la Celeste no juega desde Amsterdam 1928. La presencia de Peñarol en la final de la Libertadores (primera uruguaya desde Nacional-Newells 1988) y esta victoria sobre la Argentina en la Copa América completan el panorama. La Celeste no fue solamente carácter y pelota detenida en Santa Fe. Tuvo orden colectivo para cubrir la inferioridad numérica y enormes actuaciones individuales en Suárez, Forlán y Arévalo Ríos. Tras la expulsión de Pérez, Messi no pudo volver a jugar uno contra uno. Cáceres, González y Pereyra estuvieron atentos en los relevos. Aun superado por Argentina, siempre se comportó como un verdadero equipo. Sabe a qué quiere jugar.
Desde 2006, Basile, Maradona y Batista han apostado a la teoría del amontonamiento. "Los buenos siempre pueden jugar juntos", se dice con pereza. Es mentira. Para lograrlo, hace falta trabajo, convencimiento y esos imprescindibles futbolistas complementarios: laterales con oficio para marcar y criterio para proyectarse, volantes que recuperen, pasen y lleguen, centrales firmes en el mano a mano con los delanteros rivales. Messi, enorme ante Uruguay, solo no puede. Ningún crack puede sin un equipo que lo respalde. El seleccionado necesita un proyecto con hombres que potencien el talento con la imprescindible organización. Para involucrar al futbolista, el mensaje debe incluir más que el conocimiento del juego. No es un desafío para una sola persona, sino para un equipo de trabajo. Jerarquizar y profesionalizar el cargo. Ninguna fórmula te garantiza el Mundial. Pero se puede achicar el margen de azar. Pasaron 20 años. La excusa de la mala suerte ya atrasa.
La llamada Generación del 86 no ha aprovechado su momento. En 2008, la AFA desmontó la exitosa estructura Pekerman-Tocalli para darle la oportunidad que sus integrantes tanto reclamaron. El contraste es escalofriante. En 2009, la Sub 20 no pudo clasificarse para el Mundial. Este año avanzó raspando y competirá muy pronto en Colombia, pero no logró el pasaporte para los Olímpicos de Londres. La Sub 17 acaba de despedirse en octavos de final del Mundial. El evidente retroceso se profundiza con la situación del fútbol juvenil en nuestro país. Se saltean etapas de crecimiento. Hay déficit en los fundamentos técnicos. Se nota la fiebre de resultados en tiempos de formación. La desesperación y la especulación en el entorno del pibe empujan desde bien temprano el "sálvese quien pueda" en un deporte de equipo. Y emerge una problemática social vinculada con la alimentación y la educación de los chicos que influye en su desarrollo posterior.
¿Cuánto influye todo esto en una eliminación por un penal errado? En nada. Pero el éxito en la Copa América no habría modificado este panorama preocupante al que podemos agregarle, como bien apunta Marcelo Gantman en su blog, los errores organizativos en la competición, la violencia creciente en el fútbol local, la baja calidad de los partidos de Primera y sus locomotoras dañadas: Boca en la mediocridad y River directo en la B Nacional. Entonces, ¿por qué esperar éxitos en este contexto? ¿Solamente porque el mejor jugador del mundo es argentino?
"¡Hablá de Grondona, es el máximo responsable!", gritan las computadoras. Decíamos en 2010 tras el sopapo de Alemania: "No renunciará. No depende de cómo le vaya al equipo en la Copa" Nada cambió. Pedir su salida es, hasta estas alturas, una expresión políticamente correcta para quedar con la conciencia tranquila. Sirve como descarga en foros y redes sociales, donde uno juega al superhéroe justiciero. Pero su lógica de poder pasa por otro lado. Este año la dirigencia lo reelegirá por aclamación. No todas las frustraciones caen en Julio.