El equipo del Tolo Gallego se impuso a Racing, en el Cilindro, por 2-1. Darío Gandín (PT 2 y 29m), el segundo tras un penal inventado por Mareque, hizo los goles del vencedor, mientras que Damián Ledesma (ST 3m) descontó, de cabeza, para el local.
Independiente superó a Racing por 2-1 en el Cilindro de Avellaneda y le sobran los motivos para festejar: es otra vez el dueño de la ciudad, estiró a nueve partidos la racha sin caer ante su rival de toda la vida y se ilusiona con meterse de lleno en la pelea por el campeonato.
A los dos minutos se quemaron los paples. Walter Busse trepó por la derecha, lanzó contra el área y Darío Gandín, solo tras un buen amague sin pelota de Silvera, marcó el primer gol de la tarde con un derechazo inatajable para De Olivera. El Rojo conseguía un gol desde los vestuarios para manejar el juego con mayor tranquilidad.
Desde la zona media se gestaban las primeras diferencias, en Independiente estaban muy bien definidos los roles: Piatti y Busse se dedicaban a jugar y abrir la cancha, mientras que Mancuello y Acevedo eran los encargados de la recuperación y el pase al pie. En Racing Caruso aportó a esquema de cinco volantes, pero esa supremacía de gente en la mitad lejos de aportarle presencia o juego, llenó a su equipo de confusión, fundamentalmente por Brítez Ojeda y Ledesma.
El gol visitante, no fue casualidad. A los doce, en una jugada calcada casi aumenta Silvera, pero su cabezazo salió por encima del horizontal. A falta de juego, la Academia puso sus fichas en el remate de media distancia (probaron sin fortuna Lucero y Ramírez) y en el centro al punto penal a la búsqueda de una cabeza salvadora. Por esta última forma casi canta bingo, pero el travesaño devolvió un envío de Cáceres.
A los 28, Mareque tomó la lanza, pasó al ataque, en el área chocó con Aveldaño y Laverni, impresionado por la caída, cobró penal por una falta que no fue tal. Gandín fue el encargado de cambiarlo por gol mediante un tiro bajo contra el caño izquierdo del arquero.
Tras ese nuevo golpe Racing cargó varias veces mediante centros frontales y se regaló atrás. Si no aumentó Independiente fue por la incapacidad para aprovechar dos contrataques seguidos con superioridad numérica.
Para el complemento, Caruso probó con el ingreso de Falcón por el inexpresivo Lucero. Y en su primera llegada a fondo, su equipo descontó. Grazzini llegó al fondo y tiró un centro bombeado para el ingreso franco de Damián Ledesma, quien de cabeza la mandó a la red.
Con el 1-2 empezaba otro partido. Independiente ya no ofrecía las garantías del inicio en la mitad de la cancha, pero su rival carecía de argumentos ofensivos para complicarlo seriamente. Muy estático Ramírez, las chances de sorpresa pasaban por la gestación de una nueva llegada al fondo en busca de un centro. A los 25 minutos, tuvo su gran chance: el que llegó al fondo fue Falcón, el que entró solo fue Aveldaño, pero su cabezazo, debajo del arco, salió por encima del horizontal.
Independiente apostaba a la contra y con el ingreso del ligerito Martín Gómez contó con algunas chances para sentenciar el juego antes de tiempo, pero como no pudo sufrió hasta el final ante el embate de los jugadores locales. Para festejar tuvo que esperar el silbato de Laverni, con aquel sonido volvió a sentirse dueño de Avellaneda.
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RACING HIJOS NUESTROS
Independiente superó a Racing por 2-1 en el Cilindro de Avellaneda y le sobran los motivos para festejar: es otra vez el dueño de la ciudad, estiró a nueve partidos la racha sin caer ante su rival de toda la vida y se ilusiona con meterse de lleno en la pelea por el campeonato.
A los dos minutos se quemaron los paples. Walter Busse trepó por la derecha, lanzó contra el área y Darío Gandín, solo tras un buen amague sin pelota de Silvera, marcó el primer gol de la tarde con un derechazo inatajable para De Olivera. El Rojo conseguía un gol desde los vestuarios para manejar el juego con mayor tranquilidad.
Desde la zona media se gestaban las primeras diferencias, en Independiente estaban muy bien definidos los roles: Piatti y Busse se dedicaban a jugar y abrir la cancha, mientras que Mancuello y Acevedo eran los encargados de la recuperación y el pase al pie. En Racing Caruso aportó a esquema de cinco volantes, pero esa supremacía de gente en la mitad lejos de aportarle presencia o juego, llenó a su equipo de confusión, fundamentalmente por Brítez Ojeda y Ledesma.
El gol visitante, no fue casualidad. A los doce, en una jugada calcada casi aumenta Silvera, pero su cabezazo salió por encima del horizontal. A falta de juego, la Academia puso sus fichas en el remate de media distancia (probaron sin fortuna Lucero y Ramírez) y en el centro al punto penal a la búsqueda de una cabeza salvadora. Por esta última forma casi canta bingo, pero el travesaño devolvió un envío de Cáceres.
A los 28, Mareque tomó la lanza, pasó al ataque, en el área chocó con Aveldaño y Laverni, impresionado por la caída, cobró penal por una falta que no fue tal. Gandín fue el encargado de cambiarlo por gol mediante un tiro bajo contra el caño izquierdo del arquero.
Tras ese nuevo golpe Racing cargó varias veces mediante centros frontales y se regaló atrás. Si no aumentó Independiente fue por la incapacidad para aprovechar dos contrataques seguidos con superioridad numérica.
Para el complemento, Caruso probó con el ingreso de Falcón por el inexpresivo Lucero. Y en su primera llegada a fondo, su equipo descontó. Grazzini llegó al fondo y tiró un centro bombeado para el ingreso franco de Damián Ledesma, quien de cabeza la mandó a la red.
Con el 1-2 empezaba otro partido. Independiente ya no ofrecía las garantías del inicio en la mitad de la cancha, pero su rival carecía de argumentos ofensivos para complicarlo seriamente. Muy estático Ramírez, las chances de sorpresa pasaban por la gestación de una nueva llegada al fondo en busca de un centro. A los 25 minutos, tuvo su gran chance: el que llegó al fondo fue Falcón, el que entró solo fue Aveldaño, pero su cabezazo, debajo del arco, salió por encima del horizontal.
Independiente apostaba a la contra y con el ingreso del ligerito Martín Gómez contó con algunas chances para sentenciar el juego antes de tiempo, pero como no pudo sufrió hasta el final ante el embate de los jugadores locales. Para festejar tuvo que esperar el silbato de Laverni, con aquel sonido volvió a sentirse dueño de Avellaneda.
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