ANÁLISIS DEL 0-3 VS INDEPENDIENTE.
LA DIFERENCIA ENTRE BRONCA Y FRUSTRACIÓN
por Aurinegro.com.ar el 20 noviembre, 2011
La bronca es un llamado a la reacción inmediata, mientras que la frustración no deja lugar a una pronta remontada. La pifia de Faccioli es una fatalidad, un accidente, un error grosero sobre el cual no se puede trabajar para solucionarlo. El jugador sabe que a la pelota se le pega con el empeine y no con el tobillo, y no necesita de un DT que se lo aclare ni practicarlo en la semana. Pasó y no hay vuelta atrás. Da bronca.
Pero lo otro… El trabajo de una semana, los entrenamientos, las charlas, los videos, los intercambios de opiniones en el corazón del cuerpo técnico, el viaje, y los varios momentos en que Omar De Felippe imagina cómo se podría dar el partido si plantea un 4-1-4-1 y obliga a Independiente a dividir la pelota para adueñarse de ella a través de tres volantes centrales con buen juego y nada de eso sucede; eso es jodido. Eso sí se parece más a la frustración, y es importante traducirlo en bronca pasajera para no profundizar la cuesta abajo.
Como en cada partido que un equipo decide estratégicamente ceder la iniciativa, la apuesta consistió en dos etapas: primero neutralizar y después lastimar. Por eso la idea fue esperar en mitad de cancha con Rolle por derecha, Mauri y Vega apoyados por Musto unos metros más atrás y Lucero por el costado izquierdo; para que Milito y Julián Velázquez no supieran qué hacer con la pelota. Pero los centrales del Rojo no sólo supieron darle destino y sentido, sino que otros buenos jugadores del equipo de Ramón Díaz también se destacaron: la movilidad de Pérez y Defederico rompió líneas, Maxi Velázquez se aprovechó de la poca marca de Rolle, Pellerano fue mucho más que Vega y los delanteros se impusieron a la dupla Vizcarrondo-Faccioli.
Pese a eso, por momentos Olimpo y la lluvia consiguieron embarrar el partido, y la primera etapa del plan tomó color en buena parte del primer tiempo. Pero después, a la hora de mirar el arco rival, no hubo generación. Tal vez empezar las jugadas tan cerca de Tombolini dificultó la tarea ofensiva, pero las frustraciones de los ataques comenzaban a gestarse desde su punto de partida: pasar la pelota a un compañero.
La pifia de Faccioli, la superioridad individual de Independiente y una apuesta táctica que no se pudo ejecutar ni a medias fueron ventajas tan grandes que ni la suerte hubiera podido equilibrar. La noche fue negra del todo. Ni siquiera desde el banco de suplentes se mejoró: cuando De Felippe decidió poner a Bareiro y quitar un volante central, optó por quitar a Mauri en lugar de un flojo vega y un Musto amonestado que finalmente se convirtió en el primer expulsado de la temporada. Cuando todo está torcido a tal punto que ni en el azar o en una contingencia del partido se puede confiar, en el momento en que esa evidencia se revela, ahí es cuando un equipo se entrega. Eso es frustración, y el Aurinegro la sufrió por tercera vez en la temporada. Las anteriores fueron ante Colón y Rafaela.
Es decir que hacía meses que un partido de Olimpo duraba menos de 90 minutos. Y lo que remueve el estómago es que haya sucedido en la 15° fecha, y uno en la 3° o 4° como en los casos nombrados. Esa es la verdadera señal de alarma que se encendió esta noche: el equipo se entregó a la frustración. No soportó el dolor de planificar algo y que suceda todo al revés.
Ante Unión parecía que se habían terminado los empates maquilladores, pero una buena remontada en Rosario y un buen funcionamiento ante San Lorenzo hicieron ver que había y posiblemente hay más para rasquetear. Pero después de lo que sucedió en Avellaneda, con la goleada recién salida del horno, es difícil pensar que un resultado ante San Martín que no sean los tres puntos pueda evitar una verdadera crisis. No por el mero resultadismo que maneja los destinos de este fútbol, sino porque el equipo probó por varios caminos y siempre hay alguna pared que le impide seguir avanzando. O bien, como hace un rato, Olimpo la encara convencido y se la choca de frente.
En este momento es complicado pensar más allá de eso. Pero en el fondo un lavado de cara con agua fría tal vez permita ver las posibilidades de maquillar este Apertura. Esa es la diferencia entre bronca y frustración, esas dos formas a simple vista tan similares de canalizar una derrota pero que a la larga, desde el entendimiento de esa diferencia, se puede salir adelante.
LA DIFERENCIA ENTRE BRONCA Y FRUSTRACIÓN
por Aurinegro.com.ar el 20 noviembre, 2011
La bronca es un llamado a la reacción inmediata, mientras que la frustración no deja lugar a una pronta remontada. La pifia de Faccioli es una fatalidad, un accidente, un error grosero sobre el cual no se puede trabajar para solucionarlo. El jugador sabe que a la pelota se le pega con el empeine y no con el tobillo, y no necesita de un DT que se lo aclare ni practicarlo en la semana. Pasó y no hay vuelta atrás. Da bronca.
Pero lo otro… El trabajo de una semana, los entrenamientos, las charlas, los videos, los intercambios de opiniones en el corazón del cuerpo técnico, el viaje, y los varios momentos en que Omar De Felippe imagina cómo se podría dar el partido si plantea un 4-1-4-1 y obliga a Independiente a dividir la pelota para adueñarse de ella a través de tres volantes centrales con buen juego y nada de eso sucede; eso es jodido. Eso sí se parece más a la frustración, y es importante traducirlo en bronca pasajera para no profundizar la cuesta abajo.
Como en cada partido que un equipo decide estratégicamente ceder la iniciativa, la apuesta consistió en dos etapas: primero neutralizar y después lastimar. Por eso la idea fue esperar en mitad de cancha con Rolle por derecha, Mauri y Vega apoyados por Musto unos metros más atrás y Lucero por el costado izquierdo; para que Milito y Julián Velázquez no supieran qué hacer con la pelota. Pero los centrales del Rojo no sólo supieron darle destino y sentido, sino que otros buenos jugadores del equipo de Ramón Díaz también se destacaron: la movilidad de Pérez y Defederico rompió líneas, Maxi Velázquez se aprovechó de la poca marca de Rolle, Pellerano fue mucho más que Vega y los delanteros se impusieron a la dupla Vizcarrondo-Faccioli.
Pese a eso, por momentos Olimpo y la lluvia consiguieron embarrar el partido, y la primera etapa del plan tomó color en buena parte del primer tiempo. Pero después, a la hora de mirar el arco rival, no hubo generación. Tal vez empezar las jugadas tan cerca de Tombolini dificultó la tarea ofensiva, pero las frustraciones de los ataques comenzaban a gestarse desde su punto de partida: pasar la pelota a un compañero.
La pifia de Faccioli, la superioridad individual de Independiente y una apuesta táctica que no se pudo ejecutar ni a medias fueron ventajas tan grandes que ni la suerte hubiera podido equilibrar. La noche fue negra del todo. Ni siquiera desde el banco de suplentes se mejoró: cuando De Felippe decidió poner a Bareiro y quitar un volante central, optó por quitar a Mauri en lugar de un flojo vega y un Musto amonestado que finalmente se convirtió en el primer expulsado de la temporada. Cuando todo está torcido a tal punto que ni en el azar o en una contingencia del partido se puede confiar, en el momento en que esa evidencia se revela, ahí es cuando un equipo se entrega. Eso es frustración, y el Aurinegro la sufrió por tercera vez en la temporada. Las anteriores fueron ante Colón y Rafaela.
Es decir que hacía meses que un partido de Olimpo duraba menos de 90 minutos. Y lo que remueve el estómago es que haya sucedido en la 15° fecha, y uno en la 3° o 4° como en los casos nombrados. Esa es la verdadera señal de alarma que se encendió esta noche: el equipo se entregó a la frustración. No soportó el dolor de planificar algo y que suceda todo al revés.
Ante Unión parecía que se habían terminado los empates maquilladores, pero una buena remontada en Rosario y un buen funcionamiento ante San Lorenzo hicieron ver que había y posiblemente hay más para rasquetear. Pero después de lo que sucedió en Avellaneda, con la goleada recién salida del horno, es difícil pensar que un resultado ante San Martín que no sean los tres puntos pueda evitar una verdadera crisis. No por el mero resultadismo que maneja los destinos de este fútbol, sino porque el equipo probó por varios caminos y siempre hay alguna pared que le impide seguir avanzando. O bien, como hace un rato, Olimpo la encara convencido y se la choca de frente.
En este momento es complicado pensar más allá de eso. Pero en el fondo un lavado de cara con agua fría tal vez permita ver las posibilidades de maquillar este Apertura. Esa es la diferencia entre bronca y frustración, esas dos formas a simple vista tan similares de canalizar una derrota pero que a la larga, desde el entendimiento de esa diferencia, se puede salir adelante.